
Jesús, un hombre de palabras
«Y la palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros» (Jn 1, 14)
Creo que el Dios que descubro en Jesús es un Dios que habla. Me gusta verle conversando… con los heridos en el camino, atento a su dolor; con los amigos en Betania, relajado y confiado; con el terco Pedro o el inquieto Zaqueo. Me lo imagino hablando con palabras que llegan hondo, y escuchando las historias desgranadas por hombres y mujeres necesitados de encuentro. Supongo que su escucha no es mecánica, sino personal, y su palabra es sincera. Y, en el silencio, querría conversar con Él, y aprender de Él a conversar con otros.
¿Tengo ocasión de 'hablar' con Jesús? De escuchar, en su evangelio, una palabra para mí hoy…
Ocasión de recogerme, y, en la quietud, hablarle de mi vida.
Dos palabras
Esta noche al oído me
has dicho dos palabras
comunes. Dos palabras cansadas
de ser dichas. Palabras
que de viejas son nuevas.
Dos palabras tan dulces,
que la luna que andaba
filtrando entre las ramas
se detuvo en mi boca.
Tan dulces dos palabras
que una hormiga pasea
por mi cuello y no intento
moverme para echarla.
Tan dulces dos palabras
que digo sin quererlo
¡Oh! que bella, la vida
Tan dulces y tan mansas
que aceites olorosos
sobre el cuerpo derraman.
Tan dulces y tan bellas
que nerviosos mis dedos,
se mueven hacia el cielo
imitando tijeras.
Oh, mis dedos quisieran
Cortar estrellas.
Alfonsina Storni


