
Dios y la rutina
«Dice el Señor: Este pueblo se me acerca con la boca y me glorifica con los labios, mientras su corazón está lejos de mí, y su culto a mí es precepto humano y rutina» (Is 29,13)
Supongo que algo semejante puede pasarme con Dios. Tal vez mi fe, mi relación con Dios, pueda tener también la misma dinámica de hábitos. Ahora comienza el curso, luego llegará el adviento y la esperanza, más tarde la cuaresma y la conversión, al fin la alegría de la resurrección... Tendré momentos de frialdad y otros de más fe. Cuando lleguen los problemas rezaré con más intensidad, si hay algún disgusto serio entonces me volveré a Dios con un “¿por qué?”, o un “por favor” en el borde del corazón. Pero quizás en algún momento un pasaje del evangelio, una lectura inesperada, una homilía acertada, un testimonio sincero, una voz honesta, me hagan sentir la presencia fascinante y sorprendente de Dios, su envío a este mundo, el sueño de la creación, la paz, la justicia, el evangelio; tal vez en el momento más inesperado pueda encontrarme con Dios de un modo más vital, más provocador o más profundo.
¿Cuales son tus rutinas en la fe? ¿Das a Dios la oportunidad de ser inesperado?
Sábado
Me levanté temprano y anduve descalza
Por los corredores: bajé a los jardines
Y besé las plantas
Absorbí los vahos limpios de la tierra,
Tirada en la grama;
Me bañé en la fuente que verdes achiras
Circundan. Más tarde, mojados de agua
Peiné mis cabellos. Perfumé las manos
Con zumo oloroso de diamelas. Garzas
Quisquillosas, finas,
De mi falda hurtaron doradas migajas.
Luego puse traje de clarín más leve
Que la misma gasa.
De un salto ligero llevé hasta el vestíbulo
Mi sillón de paja.
Fijos en la verja mis ojos quedaron,
Fijos en la verja.
Alfonsina Storni