Vaciar los sepulcros
«Va María y ve la piedra quitada del sepulcro...Pedro entra en el sepulcro y ve los lienzos en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza plegado aparte» (Jn 20)
La resurrección tiene mucho que ver con vencer en batallas que parecían perdidas, con levantarse cuando todo indicaba que ya no había posibilidad. Es salir en pie después de tocar un fondo inacabable. Es saber que en la historia triunfa el bien. Y dejar atrás los espacios en los que, por un tiempo, parecía que la esperanza se hubiera apagado. La resurrección nos habla de un tiempo futuro, pero también nos habla de un presente reconciliado. La resurrección es la victoria final, y al tiempo todas las pequeñas victorias en las que podemos salir adelante. Cuando tras el llanto volvemos a sonreír; tras el abandono volvemos a sentir la humanidad de los otros, y tras la duda nos gana la confianza. Vaciemos los sepulcros de duda, miedo y heridas. Que la vida grita siempre más fuerte que las heridas.
¿No has sentido alguna vez que el mundo puede ser ese lugar soñado? ¿No coincide ese sentimiento con los tiempos en los que amas, crees, esperas, confías?
¿Hay losas que impiden que entre la luz, la vida, el canto? ¿Qué te impide quitarlas?
Esperanzas
Declaran suave luz tus seguras miradas
recuperando aves que antes no veías;
los frutos en sazón, los árboles augustos;
la razón otorgada al universo, de serlo.
Parecían perdidos, sueño hondo tragando.
Ni música oías, aunque hablara el silencio.
La voz oscura sí, la voz que fluye sangre
a tu cuello arrollaba serpiente de tristeza.
Cuán sencillo es ahora. Extendiendo las manos
alcanzar lo que ayer eran sombras y hoy
deslumbrantes criaturas que manan alegría.
Qué lejano el dolor, qué asfixiada la angustia
por ese pensamiento que arranca al infinito
la dulce claridad de esperarnos eternos.
Carmen Conde
(La noche oscura del cuerpo)
