
Vivir resucitados
«Los discípulos se alegraron al ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: "La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío"» (Jn 20, 20)
No esperemos a la muerte para sentir la resurrección. En realidad la confianza en la lógica de Dios es la que nos hace caminar por la vida con plenitud. A veces, cuando uno se asoma un poquito a esa lógica del evangelio parece que todo cobra sentido, y que hay esperanza para el mundo más roto. Entonces uno puede contagiar alegría en horas sombrías. Uno puede gritar que hay libertad tras las cadenas más pesadas y fuerza tras la desposesión. El mundo nos necesita resucitados, es decir, una y otra vez transformados, resurgiendo de las muertes diarias con más vida, con más energía, con más optimismo, con más fe... Porque hay demasiados agoreros de calamidades, demasiados amargados por todo lo que es malo, demasiados gimoteos innecesarios y demasiados rencores enquistados; y muy pocas miradas limpias... Vivamos ya anticipando la resurrección, cantando, viviendo...
¿Qué te impide anunciar el evangelio, con tu vida, con tus palabras, con tus opciones?
¿Por qué no arriesgarse a vivir con pasión?
El grano limpio
Déjame, Señor, así;
déjame que en Ti me muera
mientras la brisa en la era
dora el tamo que yo fui.
Déjame que dé de mi
el grano limpio, y que fuera,
en un montón, toda entera,
caiga el alma para Ti.
Déjame, cristal, infancia,
tarde seca, sol violento,
crujir de trigo en sazón;
toma, Señor, mi abundancia,
mientras se queda en el viento
el olor del corazón.
Leopoldo Panero
(Escrito a cada instante)


