
Seguridades
«El señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El señor es el baluarte de mi vida, ¿de quién me asustaré?» (Sal 27)
Nadie garantiza que todo me vaya a salir bien, que tras la osadía siempre venga un premio o que los intentos conduzcan infaliblemente al éxito. A veces meteré la pata (a menudo), y otras me daré un buen golpe. En ocasiones quedaré un poco expuesto, quizás vulnerable; y otras, al contrario, los riesgos traerán su dosis de acierto y resultados. Pero de todo se puede aprender. La clave no es tener muchas seguridades ni certezas, sino unas pocas, pero sólidas. ¿Dónde encontrarlas? En la gente cercana en quien uno confía y por quien apuesta con los ojos cerrados. En las propias capacidades, que no hay que negar, y bien usadas son talentos que Dios nos ha dado para construir Reino. Y, sobre todo, en ese Dios que, al final, sigue inspirando y susurrándonos una palabra de aliento y pasión.
¿Cuáles son mis seguridades en este momento de la vida?
Tú, paz mía
Tú, paz mía...
Aceite sobre mi mar en remolino,
gusto, sal de mi vida.
Tú, espejo milagroso
que no reflejas mis tinieblas
y reflejas la luz que ya no es mía...
Tú, jazmín dormido...
Estrella descolgada
para mi cielo tan vacío...
(Dulce María Loynaz)