«No es tan fácil». Eso le recriminaba hace ya bastantes años a un amigo jesuita. Él, guapo y estupendo, futuro prometedor; cortó con todo para meterse en la Compañía. Yo, menos guapa y estupenda, pero aun así, con una vida buena. Él, con su sonrisa, pareciendo tan seguro, me respondió con un «muy fácil» a la pregunta de ¿cómo?… ¿Cómo estar segura? ¿Cómo saber que es esto? ¿No hay ninguna clase de «medidor de acierto»?

Si me sentara a hablar con mi «yo» a los 20 años, (y a los 24, y a los…), ese yo que necesitaba tenerlo todo claro, con ideas firmes, con opciones seguras… creo que le haría entrar en crisis. No me las doy de sabia, pero creo que, mi madurar, (no sé si es proceso de todo ser humano), ha consistido en ir perdiendo certezas, tener menos cosas claras, aprender a con-vivir con la incertidumbre.

Quizás me pase de confesiones personales, pero a mí me ha ayudado bastante poco esa gente que parece haber escrito el libro de su vida, que no muestran ni un poco de vacilación, que todo lo tienen claro. ¡Qué suerte la suya! (supongo…) Por conversaciones con ellos, he pasado mucho tiempo peleándome por «conseguir» estas certezas, la seguridad total… ¡ay de mí si encontraba un atisbo de duda! Será que no tengo que elegir esto, será que no es mi lugar, será que no es mi profesión…

Poco a poco he ido perdiendo seguridades, porque poco a poco se han ido rompiendo mis ideas bien asentadas de cómo era el mundo, las personas, yo… y Dios. Y probablemente sea lo mejor que me haya podido pasar. Duele, desde luego. Pero se vive mucho más libre, mucho más ligera. Algunas de las decisiones más importantes las he tomado sin ese sentimiento de «sin dudar ni poder dudar». Un paso, en medio de la tiniebla, sin saber si habrá suelo bajo mis pies. Un paso en FE.

La incertidumbre, no es la «eterna duda», no es la tierra de los «y si…», no es estar esperando una baza mejor. Esa ambigüedad es tan agotadora como querer tener una confirmación férrea de cada cosa. Y en esto, también he tenido que crecer. Hay que salir del puerto seguro, sí; pero hay más, la invitación también es a quemar las naves.

¿Entonces? ¿Hablamos de opciones sin certezas absolutas y encima de apostarlo todo a ello? Pues… déjame que te mire a los ojos, que te diga que yo también siento incertidumbre… y, aunque «no sea fácil»… Él sostiene tu paso en Fe.

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PastoralSJ
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