Escuchaba el otro día en la radio del coche una canción –creo recodar que de David de María–… que dice: «que yo no quiero problemas que los problemas me amargan», y la verdad es que esa letra se hizo presente en varias situaciones que viví esta semana y me dio para pensar…

Intentar vivir sin problemas lleva a una tranquilidad falsa, efímera,… que encierra muchas veces inseguridades y miedos y nos impide desplegar todo lo que estamos llamados a ofrecer y dar por ese miedo al conflicto, al que dirán, a que no se entienda…

Que nadie quiere problemas es evidente, pero intentar vivir sin problemas, es como pretender que la moneda solo tenga una cara, es algo innato de la vida y algo que tenemos que asumir como parte del camino que elijamos vivir, sabiendo que, sea cual sea ese camino, en todos tendremos dificultades que superar: el qué dirán, los miedos personales, las inseguridades, la responsabilidad, la presiones externas,…

Para intentar evitar que los problemas nos amarguen es fundamental darle sentido a lo que hacemos, no perder el horizonte del camino elegido. Eso no nos impedirá las dificultades, pero sí nos ayudará a vivirlas de otra manera. Seamos capaces de madurar en responsabilidad con nosotros mismos, con los demás, y asumir que estamos llamados a coger caminos que nos complicarán la vida, que nos darán vértigo, que nos harán ir a contra corriente,… pero sin duda que nos harán crecer y darán un sentido a nuestra vida.

Jesús de Nazaret supo asumir su camino, ser fiel a lo que estaba llamado y aceptar que vivir desde un estilo conlleva riesgos, críticas, incomprensiones… pero su sentido de vida le ayudó a acoger esos problemas y asumirlos.

Que no te detengan los problemas.

Te puede interesar