Últimamente, y por circunstancias determinadas que vivo y que veo cómo otras personas cercanas a mí las viven, me ronda en mis oraciones esta frase del título, pero siempre la termino diciendo «¿me vas a compensar por mis renuncias?».

Estoy firmemente convencida de que la oración es el «consultorio» perfecto. Quien ahí te «atiende» no es alguien que busca un interés, ni que responde a un deber determinado ni que quiere tu complacencia o la suya. Hay un Padre amoroso que te abraza; hay un Hijo que entiende tu humanidad; hay un Espíritu que ilumina. En definitiva, está Dios.

En esos preciosos momentos, cuando le expongo mis dudas de manera muy repetida (pobre, en su infinito amor debo parecerle algo cansina), siento muy fuertemente su plan para mí. Lo entiendo y lo veo claro. En mi mente científica pienso que encaja perfectamente en la ecuación. Sin embargo, no puedo evitar que me salga decir que qué pasa con la otra opción que me apetece más y creo que me haría feliz… y termino por preguntarle si me recompensará por no escogerla, y si esa recompensa estará a la altura de mi renuncia.

He pensado mucho en las personas muy creyentes que han tomado una decisión en su vida que yo (y otras personas), clara y objetivamente, vemos que no les hace feliz. Y me he preguntado qué sentido tiene que Dios pueda querer eso para esa persona, o qué hace Dios si esa persona no escogió el plan que Él deseaba para ella.

Al final, una respuesta me da paz: que Él acompaña. Además de Padre, Hijo y Espíritu Santo, es compañero de camino. Tiene un plan para nosotros, pero no lo impondrá. En su deseo de vernos felices, respeta profundamente nuestra libertad. Y en esa libertad de la que gozamos, sea lo que sea lo que elijamos, nos acompañará, nos sostendrá, nos seguirá hablando y seduciendo, nos llevará hasta Él.

Quizás debo dejar a un lado mis cuadraturas mentales. Quizás debo cambiar la palabra «recompensa» por «confianza». Quizás debo dejar de querer llevar el control. Y, seguro, seguro, quizás deba dejar un cabo suelto a la trascendencia.

 

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