Este 3 de octubre el papa publica una nueva encíclica. Fratelli tutti (Todos hermanos). En Asís, en recuerdo del santo cuyo nombre y espiritualidad tanto inspiran, al papa y a la Iglesia. Se ha anunciado como una reflexión sobre el mundo de después del coronavirus. Ojalá ya pudiéramos hablar de un «después», aunque por ahora más bien nos toca un durante. Seguramente el título da algunas pistas. Comunidad, encuentro, fraternidad, responsabilidad y preocupación por el bien común, todo eso –y sin duda, mucho más–.

Seguro que hoy mismo, en cuanto sea oficial la publicación, se publican miles de síntesis, resúmenes, opiniones, juicios, posicionamientos a favor y en contra, entrecomillado de frases polémicas… Quienes la han tenido antes para poder informar habrán hecho su trabajo –y muy bien hecho– y pondrán a disposición de los lectores todo tipo de información, reportajes, hilos de Twitter…

Y, sin embargo, creo que esta celeridad enmascara una trampa. La tentación de que otros lean por uno, de que te den los titulares ya seleccionados, de partir de una lectura mediatizada por las opiniones de otros, está ahí. Y su resultado, a menudo es una simplificación de los contenidos y la poca profundidad que impide que las cosas calen.

Creo que nuestra responsabilidad es intentar leerla –y más con un papa como Francisco, a quien se entiende bien, aunque uno no tenga estudios de teología–. Seguramente habrá quien objete que hablo desde el privilegio de tener tiempo para leer, algo que otra gente no puede decir… No lo niego. Seguro que hay gente que no tenga ese tiempo. Pero la mayoría podemos. Aunque no podamos tenerla leída y digerida hoy mismo. La trampa de la inmediatez es brutal. Hoy será trending topic, y habrá #hashtag en las redes entresacando algún concepto, sin duda. Pero tan pronto como llegue otra noticia al candelero, esta pasará a la memoria y después (casi sin solución de continuidad) al olvido. Y ese no debe ser la dinámica con la que recibimos este tipo de información.

Desgraciadamente, ha pasado sistemáticamente con los últimos documentos de Francisco, e incluso Laudato Si’ parece hoy una reliquia porque tiene «ya» cinco años. Y, sin embargo, su contenido, la semilla de transformación que propone, la conversión a la que llama, debería estar solo comenzando a echar raíz en nuestras sociedades. No podemos convertirnos en consumidores compulsivos de novedad eclesial.

No tengo ni idea de lo que hablará Francisco en esta nueva encíclica. Pero, si sirve de algo, no dejes que otros la lean por ti.

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