Digo yo que esto de los Mayas no parece muy serio. Tampoco lo fue el cambio de milenio ni otras profecías que amenazaban con un Apocalipsis inminente. Pero, si alguna vez nos quedaran unos pocos días y de verdad lo supiéramos… sospecho que no se nos iría el tiempo en pejigueras y malos rollos.
Entonces saltaría a primer plano la gente a la que queremos, y que nos quiere; es con ellos con quienes querríamos estar. Saltaría a primer plano todo lo que ahora es riqueza en nuestra vida, pero acaso pasa desapercibido en medio de la inercia, de las vidas aceleradas, de tanta crisis y zarandeo. Valoraríamos más la salud, el tiempo, la risa, la fuerza para luchar, las caricias, la capacidad de ponernos metas y pelear por ellas, los deseos que nos mueven, los libros que aún no hemos leído, las historias que están por escribirse y el amor que aunque a veces nos rompe el corazón, otras veces nos eleva al cielo.
La vida es demasiado breve como para que se nos vaya el tiempo por el desagüe de las guerras huecas o las palabras pendientes. Quizás convendría estar un poco más alerta, ser un poco más conscientes de que cada día es una página en blanco en la que podemos escribir capítulos increíbles. Tal vez no quede más remedio que instalarnos en la rutina, porque no podemos vivir cada instante como si fuera el último, pero sí podemos vivir algún día como si fuera urgente decir «Te amo», «Gracias», «Perdón»… o aquello que creamos importante para la gente que nos importa. Y sonreír, plantando cara a las tormentas, agradecidos por todo lo que la vida nos ofrece.