Se nos olvida que el tiempo lo hemos creado nosotros. Gobierna nuestra vida, condiciona a lo que nos dedicamos, en qué gastamos las energías y qué objetivos tenemos en la vida. Desde lo más cotidiano a lo más trascendente está medido y tasado por el tiempo. Todo tiene un inicio y un fin, una duración. Pero en realidad nosotros hemos creado esas convenciones. Y, por tanto, no podría ser tan difícil sacudírselas cuando nos convenga, cuando no nos estén siendo de ayuda.

Algo así podrían haber pensado la isla noruega de Sommar, la isla que ha suprimido el tiempo. El Sol para ellos es algo pasajero, como para nosotros la nieve. Y han decidido que los convencionalismos de horarios no son para ellos. Que, si los niños están jugando en la calle a las 2 de la madrugada y eso resulta escandaloso, quizás sea mejor dejar de pensar en que son las 2 de la madrugada y es mejor pensar que son horas de Sol desaprovechadas. (En realidad, la noticia es un fake y ya está desmentida, pero la misma ficción invita a pensar en cómo el tiempo condiciona nuestras vidas)

De algún modo han vuelto hacia atrás, cuando los relojes los llevábamos en el bolsillo, los manejábamos nosotros y nosotros decidíamos cuándo mirarlos. Ahora los tenemos por todas partes, nos atan la muñeca y los tenemos en cualquier dispositivo que nos rodea, recordándonos que se nos hace tarde, que no hemos entregado aquello que nos pidieron o que ya se nos ha pasado la hora de comer y toca esperar a la merienda.

Las alertas del móvil, el despertador… vivimos a golpe de reloj, de horas establecidas. De convenciones que nosotros mismos nos hemos dado. Y romperlas es para los versos sueltos, los ‘raritos’, los ‘genios’, los que no se adaptan… Para los utópicos o aquellos a los que les dan igual las convenciones de los demás y les da igual que les esperen.

Pero a la vez no está mal recordarse de cuando en cuando que no hay que convertir el tiempo en un tótem en torno al cuál construimos nuestra existencia. Hay cosas más importantes, que van más allá de los minutos, las horas, los meses… incluso los años. Hay situaciones, personas, lugares, que trascienden el tiempo, que siempre nos acompañan, que no son temporales, de paso. Por las que el tiempo pasa, pero no las altera. Así que relájate. Lo importante no es el tiempo, si no lo que vamos aprendiendo y acogiendo con su paso.

El qué, el cómo, los quiénes son más importantes que los cuándos.

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