Criticar en estos tiempos es cosa fácil, y más si es a Francisco, pues siempre habrá alguien que desde los dos extremos te aplauda sin saber muy bien a qué narices te refieres. Al fin y al cabo probablemente el papa sea más educado que tú y prefiera no contestar, o sencillamente tendrá otros millones de problemas que solucionar antes que responder a semejantes insensateces.
Y no es entrar al trapo defendiendo o no la evangelización de hace varios siglos, la Historia es clara y no merece la pena ser infectada por la ideología de turno ni por mi propia opinión. Lo que sí es claro es que América es un lugar maravilloso en el que convergen lo bueno y lo malo de varias culturas –desde Europa y América, hasta África y en ocasiones Asia–. Y en esa convergencia no pasa nada por reconocer lo malo que se hizo, e incluso pedir perdón –como ya hicieron sus predecesores– «por todas las acciones u omisiones que no contribuyeron a la evangelización», pues normalmente la disculpa ayuda más que el aplomo del reproche, el enfrentamiento permanente o la mala contestación. Aceptar lo malo no significa perder la batalla ni negar lo bueno, más bien denota sensatez para asomarte a la realidad, ya que no todo es blanco o negro como muchos quieren pensar.
A Díaz Ayuso le hubieran bastado tan solo tres minutos de lectura de la carta para descubrir qué dice Francisco y crear su propia opinión sin meter la pata. Y no es que haya que ser católico y hablar español para pensar de una determinada manera, es que el papa es pastor de todos y no se dedica a ganar votos en una parte del mundo, sino a crear puentes y reconciliar pueblos y personas con Dios.
Sencillamente, lee aquí lo que ha dicho el papa Francisco, y juzga por ti mismo.