Muchas veces discuto con mis amigos periodistas. Les digo que parece mentira lo bajo que puede llegar a caer, a veces, el periodismo y la comunicación –cuando tanto es avidez por titulares, por morbo y por polémicas creadas para suscitar adhesiones y odios–. Cuando demasiadas veces se pone la pluma al servicio de intereses ajenos. Es cierto que hay que comer. Y que no son todos así. Y es cierto que bajo se puede llegar a caer en muchos ámbitos de la vida, por lo que cualquier generalización es injusta con todos aquellos que quieren vivir con integridad y pasión, en el camino que hayan elegido.

Pero me alegra muchísimo que el premio Nobel de Literatura haya ido a parar, por primera vez, a una periodista. No lo recibió Kapuscinski, y por mucho que García Márquez ejerciera alguna vez de corresponsal de prensa, era un escritor mucho más que un periodista. Pero Svetlana Alexievich sí lo es, y sus libros han nacido de sus crónicas, sobre Chernobil, o sobre Rusia.

 Y me alegra porque es un grito, una llamada de atención, una apuesta y un reto. ¡Periodistas del mundo! Se puede llegar a ganar un premio Nobel. Convertid la palabra en arte y no en panfleto. Convertid la palabra en arte, en herramienta, en puñetazo contra la cháchara vacía. Convertidla en poesía que desnude la verdad, o en prosa que desenmascare las mentiras oficiales. Convertid la palabra en aliada del silencio. Que juntos sean verdugo de la palabrería, del ruido, de los egos pretenciosos. Devolved a las tertulias su grandeza, a las columnas su capacidad de sostener algo mayor. Perseguid la verdad con la humildad de los buscadores y la desesperación de los hambrientos, pero no con la arrogancia de los dogmáticos o la desidia de los satisfechos.

 Porque necesitamos, hoy más que nunca, voces que se conviertan en grito profético, en palabra de los silenciados, y en puerta abierta a las trastiendas de un mundo donde demasiadas veces se vive de apariencia y de fachada.

 ¡Enhorabuena por lo que os toca!

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