- Porque es una historia real, que necesita ser contada. Hace falta cine que no sea para entretener, sino para hacer memoria de nuestras historias. A los que recordamos aquella masacre y el impacto que tuvo en muchos de nosotros, nos ayudará a rescatar mucho de lo bueno que aquella entrega despertó. A los que, por su juventud, la historia les resulte nueva, les puede mostrar con bastante realismo una época, un conflicto, y un rostro de la Iglesia no siempre mostrado.
- Por el guion, que acierta al elegir una perspectiva poco conocida –la existencia de Lucía, la testigo clave, estuvo oculta durante décadas– para contar una historia conocida. El enfoque, centrado en ella y su determinación por defender la verdad, es clave para contar la historia de un modo que interpela al espectador.
- Juana Acosta sostiene con solvencia un papel sobre el que recae el peso de la película. El resto del reparto está muy bien, con especial mención de Ben Temple, en su papel de Father Tipton, que proporciona un alivio humorístico en medio del drama.
- La recreación del lugar, la época y las condiciones es soberbia.
