Para pensar
1) La idea principal de la película es que estas cosas siguen pasando, pero tenemos que actualizarlas y personalizarlas. No digo ni dulcificarlas ni modificarlas, sino actualizarlas. Dios sigue llamando a personas para que le sigan desde la vida religiosa. Pero si llamada es personal, la respuesta también tiene que serlo. El problema es que normalmente Dios no nos habla tan claro como en la película ¿Cómo sabré que me está llamando?
2) Los que conocemos un poco estas cosas de la vocación, aunque sólo sea en primera persona, podemos echar de menos en la vocación de María el momento de miedo que te hace pensar en huir, pero más allá de eso la película plantea y plasma los momentos típicos de la vocación y es gracias a Susana cuando María sabe cómo responder a Dios. María tiene claro qué quiere responder: Sí (evidentemente). Pero ¿cómo tengo que hablarle a Dios? ¿Tengo que rezar igual que el resto de cristianos o tendré que buscar mis propias palabras?
3) La idea de que la oración no es algo ajeno a la propia manera de expresarse, sino que cada uno tiene que encontrar su propia forma de orar, es también provocadora.
4) Los nombres de los personajes no son casualidad. No es casual que María sienta la vocación y no entienda nada, ni que la madre Bernarda (san Bernardo, doctor de la Iglesia fue un gran impulsor de la vida monástica y el canto gregoriano) sea quien le diga que tiene que rezar con los textos de la Biblia en una mano y en la otra los cantos litúrgicos. No es casual que Milagros sea quien tiene reacciones impresionantes. Ni es casual que Susana (Lc 8, 3) sea quien ayude con todo lo que puede a María para que pueda responder a Dios. ¿He rezado realmente con mi nombre alguna vez para que, de manera, sea Dios quien como a María me diga te quiero?
5) Quizás una de las situaciones más complejas y duras (tras la apariencia amable del personaje) es la de Milagros. Representa algo muy común. Esa sensación, a mitad de camino, de no encontrar fuerzas o motivos para seguir. La nostalgia de lo que se dejó atrás. El intento de volver a los 18 años, seducido por lo que uno ve en quienes están en esa edad. ¿Crees que acierta o se equivoca? Aunque el desenlace de la historia de Milagros pueda remover de las butacas a algún que otro espectador, estas cosas también han pasado y siguen pasando. Pero también es una ayuda, no tanto para quienes no saben qué quiere Dios de ellos, como para quienes ya hemos hecho una elección de vida y tenemos que examinar si la vamos actualizando o nos hemos quedado en un bonito recuerdo de hace muchos años.
6) Hay un momento en que Susana planta cara a Milagros diciéndole que no les pida razonar, cuando ellas (las más jóvenes) solo se mueven por emociones. Para quienes nos dedicamos a la catequesis de otros nos puede servir mucho esa reflexión. Con sus propias palabras le está diciendo que no les pida imposibles, pues como adolescentes su manera de funcionar no es todavía la de un adulto, por mucho que se quiera. ¿No será más constructivo y evangélico que dejemos en nuestra pastoral que sean libres para equivocarse, y aunque lo hagan no dejemos de estar acompañándoles?
7) Otro guiño para los agentes de pastoral. Esa madre Bernarda que aún mantiene el radio-cassette y la cinta de hace años. Porque «siempre ha sido así». ¿Es posible cambiar?