- Porque es una gran película de Mel Gibson, con un reparto sugerente –donde destaca claramente Andrew Garfield– y el director se reencuentra con el guionista de Braveheart.
- Asimismo, está basada en hechos reales y, siendo conscientes de los añadidos, siempre ayuda al espectador a reconocer las grandezas y las miserias del ser humano, contemplando la historia de una forma diferente.
- Aunque es un estilo cristiano y explícito al que no estamos acostumbrados –y que a veces puede llegar a costar–, muestra un lado profundo de la religión basado en el amor al prójimo y en el deseo de vivir el Evangelio hasta el final y una sugerente visión del pacifismo, lejos de lo que solemos ver en ciertos grupos políticos.
- Como buena película bélica, siempre cuestiona. Y no por morbo o por la necesidad de sangre, más bien porque acercarnos al infierno nos puede ayudar. Y más en estos tiempos en los que la guerra es más que una realidad muy próxima.
- Por su calidad artística, que la hizo merecedora de seis nominaciones en los Premios Oscar –Mejor Actor, Director y Película incluidos–, ganando finalmente Mejor Sonido y Mejor Montaje.
