- Primero, porque hace honor a su nombre. Es un musical digno de cualquier escenario. El montaje es poderoso, la escenografía cuidada y sugerente. El vestuario, muy expresivo. El ritmo, ágil. La música, de enorme calidad…
- Por la banda sonora. Los temas de Toño Casado son diversos. Solistas y coros se van alternando, en temas que van desde canciones lentas que transmiten inseguridad, dolor o esperanza, a canciones corales que contagian energía a toda la audiencia. Mención especial los juegos de voces superpuestas en varios momentos.
- Por la escenografía. Los movimientos de escenario, siendo sencillos, están muy bien pensados. Con especial acierto en la solución del juicio a Jesús, y la crucifixión.
- Por un reparto que se nota que disfruta de lo que está haciendo, está contando, y está cantando. Christian Escuredo realmente domina el registro para un papel –el de Jesús– sobre el que recaen algunos de los temas más exigentes.
- Por la combinación de un planteamiento muy profesional (innegable) con el interés de un equipo en el que -empezando por el autor- hay mucha gente para quien esto es una manera de transmitir el evangelio. Y se nota.
