¿Has jugado alguna vez a uno de esos juegos en los que se trata de adivinar un acertijo? Hay muchas modalidades, «con qué se abre la caja de música», «psiquiatría»… Yo, soy pésima para acertar. Tan mala que de una vez para otra se me olvida cuál era la regla. Pues a veces noto esa sensación de ingenuidad y torpeza en algunos aspectos de mi vida, ¿será que no me estoy enterando…?

Amigos, compañeras, e incluso personas que han sido referentes. Gente a la que se quiere mucho y con la que has compartido lo más hondo, «lo más vital» (incluso cantando al estilo Baloo, porque lo que te mueve el corazón no es aburrido). Historias compartidas que de repente, toman otro rumbo. Y veo, y siento en el alma, un desgarrón por cada uno de ellos. Pero también, una especie de humo, que es como un vacío helador que retumba con eco… ¿será que no te estás enterando? ¿eres una ingenua?

Pero hay acontecimientos que atraviesan con su intensa LUZ ese sentimiento de vacío. Cuando nos juntamos muchos de estos de los que miramos al Señor de la Vida de frente, y con una sonrisa que sabe de su pequeñez, confirmamos en medio del Misterio el ‘PARA SIEMPRE’.

Este fin de semana hemos compartido uno de esos momentos atemporales, de «reunión de ingenuos», orando y agradeciendo la fidelidad de Dios, la respuesta valiente y confiada de los amigos, de los compañeros, hermanos.

Me declaro ingenua, si es que hay de algo de lo que enterarse, ingenua que cree en el ‘para siempre’. Para siempre en cada una de las opciones a las que Dios nos invita, en las que Dios nos sueña, y a las que respondemos con nuestro barro.

«No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas del Padre». GRACIAS, amigos en el Señor, por dar este paso en FE. CONTIGO, Señor, camino en el cada día, PARA SIEMPRE.

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