Es un mantra que últimamente nos están recordando grandes personalidades… desde las famosas tres palabras del Papa Francisco para hacer la vida familiar más agradable: permiso, gracias y perdón, al discurso sobre las pequeñas cosas pronunciado por el Primer Ministro de Canadá en la Universidad de Edimburgo, Justin Trudeau, que revolucionó las redes sociales hace unos meses. El propósito que os planteo va en esa línea. Se trata de poner amabilidad en lo que hacemos y vivimos. Como decía el santo jesuita Juan Berchmans se trata, en cierto modo, de hacer de manera extraordinaria lo ordinario… también eso es expresar amabilidad.
El adjetivo amable encuentra dos acepciones en el diccionario de la RAE. La Academia nos dice que amable es, en primer lugar, alguien digno de ser amado y, en segundo lugar, alguien afable, complaciente, afectuoso. Si bien la dignidad de ser amados no hemos de ganarla a base de puños, la afabilidad, complacencia y afectuosidad sí que podemos trabajarla.
Quizá pensemos que la amabilidad solo se muestra a través de las palabras, en su forma y en su contenido, pero os invito a que esta cualidad que ahora nos proponemos cultivar vaya más allá. También con nuestra forma de estar, con nuestra postura, con nuestra manera de vestir adecuada a cada circunstancia… todas nuestras expresiones exteriores, que muestran en definitiva lo que vivimos por dentro, pueden expresar afabilidad o falta de ella. Lo contrario a la amabilidad sería la agresividad. Se puede incluso expresar amablemente contradicción o falta de acuerdo.
¿Y por qué os proponemos cultivar esta virtud? Pues porque hace la vida más agradable a quienes tenemos alrededor, ¿qué mayor gesto de generosidad? y porque, aunque el cambio tiene que venir de fuera a dentro, también la manera de expresarnos y de estar en el mundo van configurando nuestro mundo interior de manera que podamos percibir también nosotros la amabilidad en quienes tenemos alrededor. Es raro que ante la amabilidad alguien reaccione de manera agresiva, y así, iremos pacificando nuestro mundo de relaciones, nuestro entorno y, en definitiva, nuestro mundo.