Una tarde, caminando con unos compañeros jesuitas, me encontré una frase escrita en la pared que decía: «Del malo se quejan y del bueno abusan». Me hizo reflexionar mucho, y fue tal el grado de interpelación que provocó en mí que también lo llevé a mi oración personal.
Ser buena persona no es ser tonto. Más de una vez habrás escuchado: «¡Qué bueno es, está para todo!». Ciertamente, esa frase es un indicador de que posiblemente estén aprovechándose de esa persona. Los cristianos estamos llamados a la disponibilidad, al servicio, a poner la otra mejilla… Pero no nos equivoquemos. Ser buena persona no es ceder siempre. Ser buena persona es, también, defender tu Verdad y tu dignidad y la de los demás.
Realmente, ser buena persona es difícil. Es sobrevivir a una tensión interior entre la filantropía y la honestidad. Ser buena persona no significa sufrir en silencio, callarse ante las injusticias… La persona buena es aquella que, sencillamente, intenta silenciar el mal haciendo el bien.
Quizás, para seguir creciendo, no debamos de examinar cuándo se quejan o se aprovechan de nosotros… sino cuándo somos nosotros quienes nos quejamos o nos aprovechamos. Puede que sea un buen comienzo cambiar el mal por el bien desde nosotros. ¿No lo crees?