Como la cierva anhela los arroyos
así te anhela mi ser, Dios mío.
Mi ser tiene sed de Dios, del Dios vivo,
¿cuándo podré ver tu rostro?
Cuando mi vida se vuelve gris,
cuando me pregunto: ‘¿dónde estás?’
cuando me asalta la nostalgia por tiempos mejores,
cuando desfallezco y me siento apagado,
entonces me vuelvo a ti, Dios mío.
Te preguntaré: ‘¿dónde estás?’
Te diré: ‘no me olvides’,
y tú me responderás.
De día me enviarás tu amor
y de noche cantaré tu canto.
Cuando me sienta cansado,
cuando me invada la duda,
cuando me duelan las cosas,
cuando me falte el amor,
entonces me volveré a ti, Dios mío.
Enviarás tu luz y tu verdad
ellas me guiarán,
me llevarán por el camino de la vida
y me darán la alegría profunda,
la esperanza firme,
la luz única.