Señor, a veces me pregunto por qué creer,
por qué seguir caminando cuando todo parece tan frágil.
Y entonces recuerdo que no hay nada que me haga sentir más vivo
que cuando me dejo caer en el abismo de tu amor.
Un amor inmenso, incontrolable,
que no puedo medir ni contener,
pero que me envuelve, me sostiene y me da vida.
Tu amor, Señor, me alcanza incluso en el silencio,
cuando ya no sé qué decir,
cuando solo puedo estar.
Tú eres ese amor que no pide nada y lo da todo.
El amor que no se agota,
el que da sentido a mis días y esperanza a mi noche.
En un mundo que confunde amar con usar,
que busca sentir pero no entregarse,
Tú me enseñas otro modo:
el de amar de verdad, sin miedo, sin condiciones.
Porque sin amor, Señor, me pierdo.
Sin Ti, me quedo vacío.
Por eso quiero seguirte, Jesús.
Quiero aprender de Ti a mirar a los demás
con ojos que saben ver más allá de la apariencia,
que saben descubrir la belleza oculta,
la historia que cada corazón guarda.
Enséñame a no conformarme con lo fácil,
a encontrar amor incluso en el dolor,
a reconocer tu presencia donde parece que no estás.
Quiero amar como Tú, Jesús.
Quiero abrirte mi corazón para que lo llenes del tuyo.
Quiero que me enseñes a amar como solo Tú sabes hacerlo.
Porque creo, Señor,
que la esperanza del mundo está ahí:
en aprender a amar como Tú.
Amén.
