Exposición del Santísimo y canto
Señor, un día más vengo a estar contigo. No lo hago solo sino junto a otros hermanos y hermanas que también quieren escuchar tu palabra y pasar un rato junto a Ti. Estás aquí realmente presente, hazme capaz de dejar a un lado lo que me preocupa e inquieta estérilmente para poder centrarme en nuestro encuentro y en aquello que hoy me quieres decir.
Al caer el día quiero mirar mi jornada desde Ti. Igual que la mujer samaritana trato de apagar mi sed con aguas que no la alivian, aunque en el fondo sé que solo Tú la puedes saciar.
Quiero escuchar tu palabra. Ahora no es tiempo de hacer nada sino de parar y abrir el oído y el corazón… no me pides más que eso… tan sencillo y difícil a la vez.
Jesús, realmente presente entre nosotros, dame la gracia de ponerme a tus pies.
Del evangelio según san Lucas (18,1-8):
En aquel tiempo, Jesús decía una parábola a sus discípulos para enseñarles que es necesario orar siempre, sin desfallecer. «Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En aquella ciudad había una viuda que solía ir a decirle: “Hazme justicia frente a mi adversario”. Por algún tiempo se estuvo negando, pero después se dijo a sí mismo: “Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está molestando, le voy a hacer justicia, no sea que siga viniendo a cada momento a importunarme”». Y el Señor añadió: «Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?».
Señor Jesús, pocas cosas me pides en el evangelio… pero esas pocas cosas, cuando trato de vivirlas desde mis pobres fuerzas, son tan difíciles… Ando ocupado en mil tares, implicados en mil frentes… y siempre parece que no tengo tiempo, que voy al límite, que el agobio me gana el terreno. En medio de todo eso me retas a parar y a orar sin desfallecer. ¿Acaso no son buenas todas esas cosas que hago y en las que ando metido? Sí, Señor, la mayoría son cosas buenas y sin embargo, cuando dejo de orar se desenfocan, parecen perder su sentido más profundo y verdadero. Por eso me insistes hoy en que ore sin desfallecer. Solo en la oración – en el diálogo contigo como un amigo habla a un amigo – puedo recuperar la perspectiva de mis afanes y preocupaciones. Solo desde la oración crece y madura esa mirada contemplativa que me permite descubrirte presente en las realidades más cotidianas de mi vida.
Canto
Señor Jesús, hoy me cuentas una historia para enseñarme que Dios, que es mucho mejor que un juez que hace caso a las peticiones de una viuda por la insistencia y pesadez de esta, escucha siempre mis oraciones… Sin embargo, muchas veces siento que mi oración no es escuchada, que mis ruegos caen en saco roto, que mis peticiones no son oídas… Pero Tú, como hiciste con los discípulos, me retas y me preguntas ¿si viniera ahora a tu vida encontraría esta fe en ti? La capacidad de orar sin desfallecer, de abandonarme en las manos de Dios, de encuadrar mi vida desde un horizonte mayor que mis planes e ideas, de no caer en la tiranía de la eficacia… es prueba de una fe madura. Señor, ayúdame a ponerme manos a la obra sabiendo que eres Tú quien hace posibles todas las cosas.
Canto, bendición reserva y canto a María
