La doble medida

Señor, disculpa mis flaquezas,

mis caídas y silencios.

Dame otra oportunidad.

Olvida mis negaciones,

mi tibieza, mis eternas contradicciones.

Ábreme otra vez la puerta,

acógeme en tu casa

y en tu abrazo.

Tú, que sabes cómo soy.

 

Perdona tú, hijo,

a quien te hirió con sus flaquezas,

sus caídas y silencios…

a quien no estuvo a la altura,

a quien no supo quererte bien…

 

Pero ¿por qué?

¿para que me vuelva a herir,

me falle de nuevo,

o me deje en la estacada?

¿Cómo olvidar la decepción,

las medianías,

las perpetuas frustraciones?

¿Por qué mantener la puerta abierta,

mi casa dispuesta y el brazo tendido?

 

He ahí el dilema, constante y humano.

La doble medida. La piedad suplicada para uno mismo

y negada al otro. El amor acogido con gratitud,

pero entregado con cuentagotas.

La claridad ante la necesidad propia,

que se vuelve ceguera ante lo ajeno.

Aprended de mí,

 que soy Dios de misericordia.

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