Publicano

Pensaba que todo podía 
que yo me bastaba, 
que siempre acertaba, 
que en cada momento 
vivía a tu modo y así me salvaba. 
Rezaba con gesto obediente en primera fila, 
Y una retahíla de méritos huecos 
era solo el eco 
de un yo prepotente.
Creía que solo mi forma
de seguir tus pasos
era la acertada.
Miraba a los otros con distancia fría
porque no cumplían tu ley y tus normas.
Me veía distinto, y te agradecía
ser mejor que ellos.

Hasta que un buen día
tropecé en el barro,
caí de mi altura,
me sentí pequeño
descubrí que aquello
que pensaba logros
era calderilla.
Descubrí la celda,
donde estaba aislado
de tantos hermanos
por falsos galones.
Me supe encerrado
en el laberinto
de la altanería.
Me supe tan frágil…
y al mirar adentro
tú estabas conmigo.

y al mirar afuera,
comprendí a mi hermano,
Supe que sus lágrimas
sus luchas, y errores
sus caídas, y anhelos,
eran también míos.
Tan solo ese día
mi oración cambió.

 

Ten compasión, Señor,
que soy un pecador.

Te puede interesar