Ven, sígueme
Hacia las fronteras del mundo,
con el Evangelio por bandera,
Donde nadie quiere ir.
Hacia las aristas de la verdad,
Cuando se encuentran el bien y el mal,
Bailan el caos y el orden,
Y las certezas no se pueden demostrar.
Hacia los confines de la Creación,
Con la luz de la fe,
En la Iglesia,
Y sin miedo a dialogar.
Hacia las periferias de nuestro tiempo,
Cuando ganan las diferencias,
Conviven lo nuevo y lo viejo,
Lo de aquí y lo de más allá.
Hacia los límites del ahora,
Entre personas y realidades,
Y las ideas y los sabios se confunden,
Y la esperanza parece disimular.
Hacia los espacios de contacto,
Donde clama la vida con fuerza,
Conviviendo la cruz y la resurrección,
Y tú no nos dejas de llamar.
Hacia las heridas de la humanidad,
Junto a sanos y enfermos, pobres y ricos,
Y parece que la dignidad es arrebatada,
Y la guerra vence a la paz.
Hacia las tensiones de nuestra vida,
De lo cotidiano y de lo que está por llegar,
Cuando las dudas emergen, la ciencia calla
Y ya solo nos queda rezar.
Hacia los abismos de la existencia,
Buscando siempre lo más profundo,
En las noches más oscuras,
Que no cesas de consolar.
Hacia los rincones de nuestra sociedad,
Y lo superficial vence a lo auténtico,
Para reconciliar desavenidos
Y vivir así en fraternidad.
Hacia el horizonte de tu Reino,
Como peregrinos y, sobre todo, amigos,
Soñando el mañana que viene
sabiendo que nunca nos vas a abandonar.