Dudo, como Tomás

Dudo, Señor. Dudo.
Y busco tu resurrección
en gestos espectaculares,
coincidencias imposibles
o cambios radicales.

Pero ni siquiera a Tomás,
tu amigo,
le diste esas señales.
Sino que enseñaste tus heridas
y tu carne dolorida.
Un costado abierto
y unas manos atravesadas.

Hoy, ante mis dudas,
vuelves a apuntar a tus heridas.
Hoy no ya por clavos y lanzas,
sino en tu cuerpo,
que es la Iglesia,
que es el mundo.

En tus heridas abiertas hoy
me llamas a descubrirte
Vivo y resucitado.
En las heridas sangrantes
por la injusticia del mundo.
Y en las heridas de mi vida
que no soy capaz de curar.

Pero aunque yo me resista
y te pida nuevas pruebas,
es ahí donde señalas,
y me dices otra vez
que crea en ti porque estás
vivo y resucitado.

Óscar Cala, sj

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