No se trata de ‘¿cómo murió?’
sino de ‘¿cómo vivió?’
No se trata de ‘¿cuánto ganó?’
sino de ‘¿cuánto dio?’
Estas son las unidades
para medir el valor
de todos los seres humanos,
y no su nacimiento.
No se trata de ‘¿tuvo dinero?’
sino de ‘¿tuvo corazón?’
¿Tuvo siempre una palabra amable,
una sonrisa?
¿Supo siempre
enjugar una lágrima?
¿Estuvo al lado del que le necesitó?
No importa cuál fue su templo,
ni cuál fue su credo.
Lo que importa es
si ayudó a los necesitados.
No importan los elogios
que, al morir, le hizo la prensa.
Lo que importa es cuántos lloraron su muerte.