Es duro imaginarse un mundo sin flores. Éste sería semejante a un gran desierto, sin color, sin belleza sin aromas que nos atraigan; un gran terreno yermo, a pesar de que las flores no cumplen ninguna función vital en nuestra vida. Nuccio Ordine, profesor de literatura y pensador italiano galardonado con el Premio Princesa de Asturias y que nos dejó el pasado 10 de junio, pensaba que nos sucede lo mismo cuando dejamos de lado los «saberes inútiles»: la literatura, la filosofía, la música o el arte. Ordine defendió en su manifiesto La utilidad de lo inútil que se encargan de «alimentar la mente, el espíritu y evitar la deshumanización de la humanidad» en un mundo utilitarista que nos ha obligado a pensar que ya no tienen importancia.
En concreto, me parece muy interesante el valor que le da a la literatura. En ella podemos explorar la complejidad del ser humano al tratar temas universales como el amor o la muerte y en los comportamientos y emociones de cada personaje podemos encontrar sabiduría, inspiración o rechazo. En los grandes clásicos vemos que compañeros como Aquiles y Patroclo o Euríalo y Niso enseñan al lector que la amistad es un ejercicio de solidez absoluta, y es que la literatura también puede enseñarnos valores inmortales que de otra forma quedan reducidos a la experiencia propia y dan a entender que el valor del hombre viene de sus virtudes, no de su dinero. La literatura y las humanidades también nos fuerzan a cuestionar los supuestos que nos vienen dados y estimulan nuestro pensamiento crítico abriendo la mente. Ordine creía que este aspecto era crucial hoy, que somos bombardeados con propaganda electoral, fake news y discursos populistas en las redes sociales.
Las humanidades están de luto y lamentan la marcha de Ordine, quien nos enseñó a defender los «saberes inútiles» como Macbeth luchó por el trono y a aferrarnos a ellos con la misma tozudez que el Barón rampante. Gracias y descanse en paz.