Pierre Nkurunziza, el presidente de Burundi, ha decidido presentarse a las elecciones por tercera vez, aunque la constitución solo permita dos mandatos. En otros países, los presidentes tienen la delicadeza de cambiar primero la constitución y así legitimar sus deseos de continuar en el poder. Ya van más de diez días de protestas en Buyumbura, que han costado la vida a varios jóvenes que no quieren que Nkurunziza se presente de nuevo a la presidencia, contraviniendo la constitución del Estado.
Este caso, por desgracia, no es extraño, pues hemos visto cómo en otros muchos países han sucedido experiencias similares. Y siempre escucharemos comentarios diciendo que son países poco desarrollados, donde la democracia no está consolidada, y unos pocos controlan todo. Pero esto no pasa solo en países lejanos o menos desarrollados, pasa aquí, me pasa a mí. Lo cierto es que la tentación de continuar mandando está presente en todo ser humano.
No es difícil encontrar políticos que aun con pruebas de corrupción se niegan a abandonar su puesto, obispos que mueven Roma con Santiago (nunca mejor dicho) para que el Papa retrase su jubilación, directoras de departamento que buscan alianzas a cambio de favores para seguir dirigiendo. Y esto, a todos los niveles: porque también hay madres y padres que siguen queriendo ‘controlar’ las vidas de sus hijos ya adultos; niños que, si no se juega como ellos quieren, se llevan el balón a casa; o presidentes de comunidad de vecinos con estrategias propias de un Lannister.
¿Cómo vivir la autoridad como servicio y no perder la libertad de dejar la responsabilidad cuando nos toca?