¿Recuerdan la cita del evangelio en que un leproso le dice a Jesús: «Si quieres, puedes curarme»? Jesús le cura, y después le dice: «No se lo digas a nadie», cosa que el leproso se saltará un poco a la torera. Ese «no se lo digas a nadie» me resuena y me interroga estos días especialmente.

No sé si se han percatado, pero en estos últimos tiempos, junto al aluvión de malas noticias que los medios de comunicación nos transmiten, hay otro aluvión paralelo: el de gestos solidarios. Al principio me animaba mucho verlo, me sacaban la sonrisa. Ahora…uf, no sé si es que estoy en un indeseado proceso de convertirme en Maléfica (tendré que hacérmelo ver) o es que tanto gesto solidario en los medios deja de perder esa autenticidad que voy buscando. Sobre todo cuando es la persona que hace el gesto la que sale a narrarlo con todo detalle mediante videoconferencia, mientras bajo su nombre y apellidos se puede leer: «héroe anónimo». Ya no tan anónimo, ¿no? Y es entonces cuando me viene a la cabeza ese «no se lo digas a nadie».

Es muy bueno, buenísimo, que aún sigamos viendo en el otro al hermano o hermana amado por el que nos desvivimos por ayudar. Ver que el prójimo no nos queda lejano y que no somos impermeables a las necesidades que hay a nuestro alrededor hace que la esperanza se fortalezca, pero… ¿hay que ir a contarlo a la tele? En realidad, mi pregunta es: ¿solidaridad muda o solidaridad a voces? Y es una pregunta para la que no tengo una respuesta clara.

Por una parte, que los diferentes telediarios y programas saquen este tipo de noticias e imágenes me parece bien, porque reconforta a las personas y las anima a imitar el ejemplo. Por otra parte, ¿es esa solidaridad solo visible en momentos catastróficos (pandemia, confinamiento, crisis económica, nevadas…) tan apetecibles por los medios, o se practica también a diario, en pequeños gestos, «cuando nadie me ve» (como dice la canción de Alejandro Sanz)? ¿Debe contarse y salir en la tele para que la gente no pierda el optimismo ni la fe en la bondad de la gente? ¿O hay que tener cuidado de mediatizarla demasiado por temor a estar alimentando demasiado el ego de las personas y el número de likes en las redes en vez de hacernos más conscientes y sensibles hacia las necesidades de nuestro alrededor? ¿Nos estamos convirtiendo en efímeros héroes oportunistas o en personas comprometidas con nuestro mundo?

No tengo la respuesta. Solo tengo la frase «no se lo digas a nadie» rugiendo una y otra vez dentro de mí, y una petición: que no se nos achique el corazón, ni se nos cieguen los ojos, ni perdamos el oído, ni la voz, ni la valentía, y sigamos denunciando injusticias, nos arremanguemos y hagamos piña cuando el mundo se venga abajo, demos de comer al hambriento, acojamos al que se siente excluido, cuidemos al enfermo, escuchamos al que nadie presta atención y acompañemos al que se quedó solo. Aunque nadie lo vea, aunque nunca nadie sepa de nuestra heroicidad en un momento determinado, y sea, Señor, tu sonrisa amorosa dibujada en el rostro del hermano el único testigo.

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