No me llames Dolores llámame Lola es una canción mítica en nuestro repertorio nacional, y que con el tiempo ha inspirado a varios cantantes y ha pasado incluso a ser conocida por distintas generaciones. Los grandes tendrían sus motivos para cantarla, de la misma manera que en este siglo posee un significado distinto. Y sin embargo, al mismo tiempo se convierte en un buen reflejo de nuestro tiempo, donde el sufrimiento se maquilla por algo bonito, como lo es el nombre de Lola.

Más allá de los gustos y de los significados de los nombres –que son más importantes de lo que parece–, hay algo que no podemos olvidar: el dolor forma parte de nuestra vida, venga de la forma que venga. Y aunque la ciencia haya conseguido paliar sus síntomas y el dolor físico sea controlable en algunas partes del mundo, cada uno de nosotros nos enfrentamos a sufrimientos con los que tenemos que lidiar personalmente –sabiendo que las intensidades son distintas–, aquellos momentos donde sentimos que se nos desgarra el alma.

Y es aquí donde cada uno debe buscar una respuesta seria y profunda. Por mucho que lo evitemos, no podremos ignorarlo y sí o sí debemos aceptarlo en sus múltiples formas. No valen el maquillaje o cambiar de nombre. Debemos preguntarnos qué sentido y qué significado le damos al sufrimiento, en qué nos apoyamos para salir adelante y qué hacemos para trascender el dolor, es decir, para ver más allá del sufrimiento inmediato. En cualquier caso debemos recordar que una vida sin sufrimiento es una auténtica ficción.

 

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