Ya se van calmando las opiniones después de Eurovisión y el Chanelazo. Una edición que nos ha recordado que las sorpresas siempre están ahí en cada recodo del camino. Una canción y una artista que no sonó mucho en su momento pero que nos ha sorprendido con un tercer puesto que sabe a primero después de tantos años en los últimos puestos de la tabla. Los eurofans están de enhorabuena y muchos comparan el momento con el gol de Iniesta en aquel ya lejano 2010.
Un tercer puesto que a muchos ha sabido a segundo debido a la victoria de Ucrania. No son pocos los que han querido hablar de la politización del concurso y de que no es el modo de mostrar el apoyo de Europa a Ucrania, pues debería primar los criterios puramente musicales en las votaciones. Eurovisión tiene unos criterios bien asentados para desligarse de la política, prohibiendo por ejemplo el empleo de banderas o lemas que sean políticos o que no sean los oficiales de los países representados. Son criterios de neutralidad bastante restrictivos que también otros años han levantado alguna polémica.
Y, sin embargo, creo que nos equivocamos al pensar que Eurovisión es solo música o que la música es algo aséptico, neutral, ajeno al mundo. Fue famoso el comentarista español de Eurovisión que adivinaba el reparto de los votos por criterios puramente geográficos o políticos. También las presiones para ganar concursos por parte de unos países u otros. Pero más allá de esos tejemanejes políticos que han podido empañar el concurso, debemos recordar que Eurovisión es un símbolo de la Europa unida, capaz de convivir y crear juntos. Un acontecimiento que durante muchas décadas ha juntado a familias y amigos delante del televisor. Que ha sido ventana abierta a nuestro continente desde la que nos hemos asomado a otras músicas, otras culturas, otros modos de ser europeo.
No es solo la música. No es solo pasar un rato o hacer porras de resultados. Hay mucho de Europa tejida, que se siente unida por la cultura, por la música, por el baile, por los valores compartidos. Por eso creo que es tan relevante la victoria de Ucrania. Y era necesaria. Porque en estos momentos en los que hemos normalizado la guerra en nuestro continente –como lo hemos hecho con el resto del mundo– nos hacen falta mensajes como los del gran Forges: «pero no te olvides de Ucrania». Y no tenemos mejor plataforma que Eurovisión, mejor altavoz que resuene en todo el continente.
Un recordatorio que ha venido desde abajo, desde el televoto, desde miles de europeos que han querido tener un recuerdo para Ucrania y han querido que el mensaje de de apoyo y cercanía siga resonando con fuerza. En armonía y afinados en una misma nota: la paz.