Al echar una mirada a nuestro alrededor al comenzar este tiempo de Adviento, nos damos cuenta de que en nuestro mundo hay mucha oscuridad. Regiones sumidas en la tiniebla de la guerra, de la crispación y la falta de entendimiento. Hermanos que luchan entre ellos. Personas que no encuentran el sentido a su vida, y parecen haber tirado la toalla en la espera de alguien que les salve. Gente que vive con miedo: a una amenaza nuclear, a perder lo que tienen, o a las personas que tienen al lado. En medio de todo ello, necesitamos que nos visite ese Sol que nace de lo alto, porque nuestras luces artificiales no son capaces de disipar las sombras de la muerte. Nos hace falta que la misericordia de Dios guíe nuestros pasos por el camino de la paz, puesto que nuestras rutas acaban enredándose en mil conflictos. Necesitamos confiar, como dice esta canción de Luispo inspirada en el Benedictus, en que el Salvador vendrá y nos hará exclamar ¡bendito sea el Señor!

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el Sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
¡Bendito sea el Señor, el Salvador que vendrá!

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