¿Para qué te levantas por las mañanas? ¿para qué trabajas? ¿para que pierdes el tiempo? ¿para qué te preocupas? ¿para qué te enfadas? ¿para qué rezas? ¿para qué escribes? ¿para que estás en las redes? ¿para qué hablas? ¿para qué bailas? ¿para qué callas? ¿para qué cantas?…
Nos centramos muchas veces en el por qué, pero se nos olvida que el sentido de la vida no se juega sólo en las raíces y los motivos, sino también en los horizontes. Nuestras metas, por modestas que nos parezcan, son motor e impulso. Cuanto más grandes, más potentes. Es una fórmula muy sencilla, pero muy clarificadora e integradora: ¿a dónde voy y a qué?

El Kanka (El Arte de Saltar)

Para que el canto deje en bragas al silencio
Pa’ que en el campo llueva pan, aceite y ajo
Para arrojar a la codicia mar adentro
Y a los ilustres codiciosos monte abajo
Para que el tiempo no se compre con dinero
Que solo se toreen las cornadas del hambre
Para que el «puedo» pueda más si quiere el «quiero»
Pa’ que la chispa del amor nos de calambres
Pa’ que la verdad sea la moneda, ay
Y pa’ que los besos curen el llanto
Pa’ que las canciones sean las banderas, ay
Para eso canto, para eso canto
Para que nos enseñen desde bien pequeños
A conocernos y a saber lo que sentimos
En vez de andar encasillando nuestros sueños
Y limitando a uno todos los caminos
Para que todos ocupemos esta tierra
Con la única frontera de un mundo de todos
Que solo dispare el fusil contra la guerra
Pa’ que la guerra caiga sangrando en el lodo
Pa’ que la verdad sea la moneda, ay
Y pa’ que los besos curen el llanto
Pa’ que las canciones sean las banderas, ay
Para eso canto
Canto pa’ que no se me vuelva loco, ay
Este mundo loco que sufre tanto
Canto por cantar, mire que no es poco, ay
Para eso canto, para eso canto
Para eso canto, para eso canto

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