El arte brota del alma. Así lo canta esta canción, porque no se escribe, «se escapa del alma». El cantar, el pintar, el bailar, el escribir se transforman en una necesidad que nace de lo profundo del corazón. Y, en el fondo, no hacemos más que sumarnos a la sinfonía que suena en la creación entera. El mismo Dios que «no afloja ni un momento su eterno tararear» nos invita a ser parte del crear y recrear constantemente este mundo a través de la belleza. Cuánta falta nos hacen hombres y mujeres que le «presten garganta» a todo eso que busca ser expresado a través del arte. Ojalá esta canción nos despierte el deseo de descubrir nuestro propio canto.
Muchas veces me pregunto
por qué me da por cantar,
como el zorzal su gorjeo
lo suelo necesitar.
Si hay melodía vibrando en cada cosa,
cómo entonces yo no voy a cantar,
si el mismo Dios en trinos, ríos, viento,
no afloja ni un momento
su eterno tararear.
Si vuela una canción,
no es que alguien la cantó,
se le escapó del alma.
Alegre si está en vela
o triste si una pena
le ha alborotao’ la calma.
No busques quién la canta
si vuela una canción,
cada uno le da vida
de la forma sentida
que manda el corazón.
Pide el amor que le cante,
el amigo y el lugar,
y a todo lo que uno quiere
cómo no le va a cantar.
No hay que negarle garganta pa’ que salga,
porque sola su vuelo ha de buscar,
por dentro…