Una de las devociones más extendida en el pueblo de Dios tiene como centro a María y consiste en rezar, de manera casi mecánica, una misma oración, terminando con las letanías que ponen el colofón a esta oración popular. ¿Y si alguna vez rezáramos sólo diciendo su nombre? Sólo pronunciando su nombre. Sólo pensando en ella. Sólo saboreando su presencia. Imaginando su rutina en Nazaret. En silencio, admirando, contemplando. Terminaríamos piropeándola a nuestra manera, hablando con ella, tocando el evangelio… y nos sentiríamos más cerca de Jesús. Sería una plegaria limpia, profunda, sincera… sólo pronunciando su nombre: María.
Kairoi, (Caminando)
Decir tu nombre, María,
es decir que la pobreza
compra los ojos de Dios.
Es decir que la promesa
sabe a leche de mujer.
Decir tu nombre…
Decir tu nombre, María
es decir que el Reino viene
y es pura provocación.
Es decir sólo quien ama
es el que conoce a Dios.
Decir tu nombre.
María, María de Nazaret,
María de Nazaret
Decir tu nombre, María,
es decir que todo nombre
muestra la gracia de Dios.
Es decir que toda muerte
tiene su resurrección.
Decir tu nombre…
Decir tu nombre, María,
es decir que nuestra carne
viste el silencio de Dios.
Es decir que la promesa
sabe a leche de mujer.
Decir tu nombre.
María, María de Nazaret…
(Texto de P. Casaldáliga)