¿Qué experiencia de verano has hecho? ¿Qué plan tienes este finde? ¿Qué podemos hacer ya que no hayamos vivido?
Buscamos consumir experiencias que sacan de la inercia en que vivimos. Un viaje a un lugar exótico que nos haga olvidar y refugiarnos en nuestras sensaciones extremas que se desvanecen como nada. Un deporte intenso que nos lleve a un éxtasis emocional o a superar límites que, por contra, nos limitan en otras parcelas de la vida. O tal vez un spa de moda en el que desconectar de un ritmo de vida frenético, al que voy a volver el lunes de manera inevitable.
Pocas veces nos paramos a reposar lo vivido, ver qué se ha movido en nuestro interior y, con todo lo aprendido y saboreado, cómo volver a la vida. ¿De qué sirven estas experiencias si no transforman tu vida?
La eucaristía: experiencia total sobre la que reposamos la vida, con todo lo que conlleva, en el encuentro con Dios y la comunidad. La eucaristía: experiencia profunda, auténtica, que nos relanza a lo cotidiano para ser testimonio de esperanza entre las personas.
¿Qué plan tienes el domingo? ¿Vamos a misa ? Y de la mesa, ¡a la vida!
* Por cierto: totalmente gratis y puedes contarlo por Instagram.
De la mesa a la vida
En mi corazón ardiendo
te miro en silencio,
me miras también.
Tu cuerpo vivo en la espiga
reposa en mí, siento
que todo irá bien.
Desde la aurora a la noche
ensalzo tu nombre,
camino con paz.
Quiero unirme a la alegría
de los que viven por dentro
que Cristo Resucitado
les sopla siempre su aliento.
Voy de la mesa a la vida,
ya no habrá más alimento
que tu presencia constante,
llevar tu antorcha de encuentro.
Voy a abrazar al vecino
distante, al perdido
que busca verdad.
Voy a vivir con sentido
el dolor, el olvido
y mi debilidad.
Desde el clamor desolado
del necesitado
nos llamas a amar.
Mi testimonio es sencillo,
lo poco que tengo
lo pongo a sus pies.
Con el calor de mi mano,
un verso en los labios,
comparto mi fe.
Desde la Iglesia marchamos
carismas al ritmo
de tu libertad.