Lo que aprende uno. Desde niño me taladraron en la cabeza que la puntualidad es la primera norma de educación. Cuadriculado como soy, lo cierto es que me exijo ser puntual y se lo exijo igualmente a los demás (mental más que verbalmente). Y no puedo evitarlo, me pone muy nervioso la gente impuntual. Asín soy yo.

Y en estas andábamos el otro día, cuando nos tocaba organizar una oración en el centro universitario: capilla bien ambientada con velas, musiquita de fondo, telas varias decorando, el Señor en su sitio… Todo bien dispuestito. Todo, salvo por el detalle de que a la hora de inicio allí no aparecía ni Perry Mason. Y yo ya puse el piloto automático: «mecachis en la mar, aquí no aparece nadie, si ya me parecía a mí que demasiado joven estaba viniendo a esto, si es que llega medio examencillo y aquí ya pincha todo el mundo, y a ver cómo hacemos para levantar esto, los chavales no rezan ni a palos… etc».

Mítico discurso triunfalista, ya sabes. Pero no iba a dejar que me chafasen el ratito de oración, así que cerré los ojos y la cosa comenzó.

Lo que aprende uno. Cuando terminó la oración, la capilla estaba llena. Tal cual. Y ya por la noche, haciendo examen del día, el Señor me tiró de las orejas. Porque yo soy el primer impuntual, tardón de campeonato. Que lleva Él esperando toda la vida a que yo me decida a seguirle sin tapujos. Y no hay manera. Y pensando en esto de ser paciente, de esperar, del calendario de propósitos para el Adviento, caí en la cuenta de que siempre que la gente siga siendo impuntual, aún habrá esperanza. Porque quizás lo más importante del Adviento no sea que cultivemos nuestra esperanza en la llegada de Dios, sino que es Dios quien no pierde la esperanza en que cambiemos nuestro corazón. Y, así, los tardones de nuestros universitarios me hicieron sentir y agradecer a Dios su paciencia con mi impuntualidad. Y seguro que pasa el Adviento y yo sigo siendo impuntual a mi cita con eso de convertirme. Pero tengo la esperanza de que Él seguirá esperándome, fiel y paciente.

Si es que al final voy a agradecer que la gente me llegue tarde. Lo que aprende uno.

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