Estaba viendo esta noche un programa de la televisión donde un colaborador realizaba un experimento en el que aparentemente no sucedía nada. Sin embargo, a continuación, daban una repetición del experimento pero esta vez con una cámara superlenta con la que lo habían grabado. Increíblemente, a través de esta cámara, se percibían un montón de cosas y matices que a través de la cámara normal no se apreciaban.
Al ver esto, me surgió, que quizás los que nos llamamos cristianos tenemos que aprender a ver la realidad a través de una «mirada superlenta» cuya lente sea el Evangelio. Con esa mirada seremos capaces de ir más allá de lo superficial, de lo que deslumbra, y descubriremos, detrás de cada acontecimiento y realidad, cosas que antes nos podían pasar desapercibidas. Esto nos dará la oportunidad de ayudar, de cuidar, de darse y entregarse, aquí y ahora, en lo que nos toca vivir.
Para poder entrenar esta mirada superlenta debemos de acercarnos a ese Jesús, que se nos presenta sensible a su realidad y en camino hacia los demás.
La pregunta hoy es: ¿con qué mirada estoy viendo mi realidad?