Toda gran historia tiene su inicio, pero estos comienzos no son siempre como los imaginamos o deseamos. En su juventud, Íñigo de Loyola soñaba ser el protagonista de una gran historia, ser famoso, triunfar… y se preparó con esfuerzo para ello tanto física como intelectualmente. Sin embargo, el inicio de la historia que hace que 500 años después sigamos recordándole, comienza paradójicamente con la quiebra de todo aquello en lo que había puesto sus fuerzas y sus esperanzas. Cuando una bala de cañón le hace caer y lo deja herido y vulnerable y así puede acercarse a Dios.

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