Óscar Romero fue canonizado el 14 de octubre. En toda la Iglesia la alegría ha sido enorme. San Óscar Romero es un símbolo de lucha de la iglesia por los más pobres. Se enfrentó a un régimen violento y acabó siendo asesinado de un disparo mientras celebraba misa. Un mártir –un ejemplo– en la defensa de los valores del Evangelio.
Pero la casualidad, o más bien la providencia, hizo que días después se cumpliesen 34 años del asesinato de otro cura. También mártir, también por una dictadura, pero mucho más desconocido. El 19 de octubre de 1984 el sacerdote Jerzy Popiełuszko, defensor de los derechos humanos, fue asesinado por la policía política polaca. Romero y Popieluszko, dos personas ejecutadas por su lucha por los valores cristianos ante regímenes totalitarios.
Jerzy Popiełuszko, tras su paso como capellán de la facultad de medicina de Varsovia, fue destinado como cura de los empleados de la empresa siderúrgica más grande de la capital polaca con tan sólo 33 años. Organizó catequesis entre los obreros y la atención jurídica y médica a los sindicalistas detenidos por el régimen. Creó a su vez un sistema de protección económica a hijos y familias de presos políticos. Su casa se convirtió en un lugar de encuentro y consuelo para los que sufrían la represión y la violencia.
En 1981 la oposición popular a la dictadura llevó al régimen comunista a declarar la ley marcial y el toque de queda. Es en esta época cuando Popieluszko se hace popular en toda Polonia. Sus sermones se retransmitían a todo el país en Radio Free Europa. En ellos criticaba las injusticias del gobierno, las torturas y las violaciones constantes de los derechos humanos, la cárcel, la violencia, la represión y la persecución contra la iglesia. Popieluszko pronto se convirtió en una amenaza para el régimen y este acordó un plan para asesinarlo. La policía política fingió un accidente automovilístico, pero Popieluszko escapó con vida. Finalmente fue secuestrado, torturado y arrojado al río Vístula, todavía vivo, atado a un saco de piedras para que su cuerpo no flotara. Sus restos fueron recuperados días después, el 30 de octubre de 1984.
Algunos sectores, dentro y fuera de la Iglesia, ven a Romero y a Popieluszko como santos ‘partidistas’, aupados o protegidos por una supuesta corriente política, como si la Iglesia se dividiese en partidos con un programa electoral determinado. Los valores de Romero y Popieluszko son los de Cristo. Es Cristo quien los llamó a ponerse junto con los débiles. Fue Cristo quien los movió a defender la justicia ante la dictadura. Y fue en Cristo donde pusieron su última esperanza, a sabiendas de que el esfuerzo había valido la pena. Aquí no entró la política, la ideología, la bandera o el panfleto. Lo único que les movió fue un Amor, con mayúsculas, mucho más grande de lo que podían imaginar.