Érase una vez una universidad pública que financió la investigación que permitió atisbar la cura a una enfermedad letal. Sin embargo, el malvado sistema, aprovechando la falta de herramientas legales de protección y apoyado por una empresa farmacéutica privada, se apoderó de la patente, secuestrando el medicamento y fijando unos precios prohibitivos para la mayoría de la población, que redujeron el acceso al tratamiento a las élites de determinados países.

Las cosas no son tan simples como en los cuentos, pero esta maldición sí es real y transparente en el caso del medicamento que activa el proceso de la inmunoterapia, el revolucionario tratamiento contra el cáncer que ya ha sido probadamente efectivo en el 25% de pacientes.

El propio investigador japonés Tasuko Honjo reconocía estos días a su paso por España que él, ganador de un Nobel de Medicina por el descubrimiento de esta terapia, recibe apenas un 1% de los beneficios de este tratamiento, que puede costar entre 50.000 y 100.000 euros al año por paciente. Imposible calcular la cantidad de gente que no se lo puede permitir.

El hilo conductor de esta historia es el egoísmo más atroz, difuminado entre acuerdos, contratos, patentes y derechos. Y la moraleja es clara: mal de muchos, riqueza de pocos.

Si fuera una historia fantástica, Hipócrates sería el héroe que liberaría al medicamento de su secuestro. Pero en la vida real, aquellos que prestaron juramento hipocrático no tienen armas para luchar contra el gigante de la lógica de un sistema que antepone la ganancia al bienestar común. Y no sólo la ganancia económica. Porque cuántas veces y en cuántos sectores se deja de lado (cuando no se pisotea) la ética por intereses personales, empresariales, de partido… Y cuántas veces nosotros mismos, bajo el paraguas del ‘sistema’, somos testigos, miramos hacia otro lado o ganamos gracias a que otros pierdan. Especialmente si esos otros están lejos y son números sin rostro.
Toda moraleja trae una enseñanza. Y ojalá que de esta seamos capaces de aprender para poner luz en nuestro día a día y cambiar así el final de tantas historias.

Te puede interesar