En su armoniosa y brutal sabiduría, la naturaleza nos dotó dos maneras de reaccionar ante una situación de peligro: luchar o huir. La respuesta es automática y, en los humanos, generada por una de las partes más primitivas del cerebro: la amígdala. El imperativo impreso en nuestra memoria antropoide es la supervivencia, y esta se puede lograr venciendo la situación que tenemos enfrente o saliendo del paso de la misma.

Observando la naturaleza podemos ver esta dualidad responsiva en acción. Animales que se defienden con garras, colmillos, tenazas y aguijones y otros que huyen, se esconden, trepan, vuelan o se mimetizan. En algunas ocasiones, incluso aquellos dotados con herramientas para atacar, emprenden la huida cuando se ven superados.

Tendemos a olvidarnos de la otra respuesta posible: sacarle la vuelta al peligro y el dolor. Quitarnos de la ecuación y cambiar de entorno, en vez de luchar contra él y tratar de cambiarlo. La claudicación no es sinónimo de derrota. El dejar de luchar no es signo de debilidad.

Es de llamar la atención que, aparentemente, para la mercadotecnia, la única respuesta es luchar. Huir no vende. En el entorno actual, competitivo y «esloganizado», nos hemos contado como sociedad la historia de que debemos ser luchadores, perseverantes y dominadores de nuestro entorno. Nada es imposible. Tú puedes con todo. Sólo hazlo.

Cierto, no siempre podemos salir corriendo, ni enconcharnos o hacernos el muerto. Muchas situaciones a las que nos enfrentamos demandan que nos plantemos ante ellas y nos pongamos manos a la obra o bien que las toleremos en busca de un bien mayor o posterior. Es parte de la vida y del crecimiento como persona.

Debemos tener claridad y honestidad con nosotros mismos y preguntarnos por qué seguimos luchando ante una situación. Entender si el seguir en el intento no viene por narrativas sociales o familiares o por discursos mediáticos. Tengamos en claro que el sustraerse de la fuente del dolor es una alternativa siempre válida y que ante una situación que nos supera podemos emprender la huida.

 

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