Gentes sencillas, cercanas a la tierra y a los seres que la habitan. El misterio de la divinidad les pilla trabajando, como todos los días. Escuchan el anuncio del ángel, quizá porque están despiertos, en vela, mientras los propietarios duermen. Se sienten interpelados y expanden la noticia entre amigos y familiares. Como pastores, entienden que todo nacimiento es un milagro y una bendición. Así que acuden en masa, alentándose los unos a los otros, y ofreciendo lo poco que tienen: los frutos de su trabajo.