¿Cuáles serían los elementos fundamentales que contribuyen a formar y a consolidar una comunidad cristiana? Esta es la pregunta que recorre todas y cada una de las páginas de este bellísimo libro. Temas como la oración, el canto, la escucha de la palabra de Dios, la fraternidad, el servicio, el perdón y la eucaristía recuperan de la mano de Bonhoeffer su más auténtica y profunda significación bíblica. Pero hay un elemento más decisivo: Cristo. Él es su fuente y su meta. Sólo teniendo presente lo que Él ha hecho por nosotros es como seremos capaces de hacer eso mismo unos con otros. Nos despierta así el autor de todos los sueños ideales que tantas y tantas veces albergamos cuando pensamos en una comunidad cristiana. Ideales que son muchas más veces reflejo de nuestras pretensiones de poder y dominación, que de verdadero servicio y amor al prójimo.
“Muchas han sido las comunidades cristianas que han fracasado por haber vivido con una imagen quimérica de comunidad. Es lógico que el cristiano, cuando entra en la comunidad, lleve consigo un ideal de lo que ésta debe ser, y que trate de realizarlo. Sin embargo, la gracia de Dios destruye constantemente esta clase de sueños. Decepcionados por los demás y por nosotros mismos, Dios nos va llevando al conocimiento de la auténtica comunidad cristiana. En su gracia, no permite que vivamos ni siquiera unas semanas en la comunidad de nuestros sueños, en esa atmósfera de experiencias embriagadoras y de exaltación piadosa que nos arrebata. Porque Dios no es un dios de emociones sentimentales, sino el Dios de la realidad”.