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En este breve ensayo, Diego S. Garroncho explora el poder de la memoria, del recuerdo y de la nostalgia en la vida del ser humano. Y es que a veces esta nostalgia era descrita como una enfermedad de soldados, por momentos representaba el modo de entender el mundo de una generación y en ocasiones reflejaba un extraño inconformismo propio de artistas y soñadores. Sin embargo, en este caso la nostalgia se vuelve un recorrido por algo tan arraigado en el corazón del ser humano como complicado de explicar para la mayoría de los mortales. Es el peso del tiempo en nuestra vida, pero también de las proyecciones que cada uno creamos, del influjo de los otros y, sobre todo, de nuestro anhelo de inmortalidad.

Diego S. Garroncho es el ganador del II Premio de Periodismo David Gistau y sin duda uno de los columnistas con mayor proyección y sensatez de nuestro país. Sus intervenciones en la prensa y en las redes sociales no se caracterizan solo por la facilidad de palabra y por la claridad de los conceptos, más bien por su profundidad, su sentido común y su rigor en la búsqueda de la verdad, algo que actualmente resulta bastante necesario.

Aunque no es una obra que podamos catalogar como cristiana, se puede reconocer un modo de comprender la grandeza y la belleza del ser humano desde la complejidad y la profundidad, pues utiliza claves que nos pueden resultar familiares. Ayuda, tanto a cristianos como a no cristianos, a comprender mejor la realidad propia y ajena y a mirar el mundo y la vida de una manera probablemente distinta.

Por último, este ensayo rebosa erudición en cada una de sus páginas. No solo es rico el viaje por la antigua Grecia y Roma, también por la filosofía actual y, por supuesto, por la Literatura Universal. Recuerda implícitamente la importancia de volver a las raíces y de acercarnos a las bases del pensamiento y de la cultura europea y occidental. En definitiva, una fuente casi inagotable donde podremos encontrar más respuestas de lo que nosotros pensamos.

«La ciudad que hoy pisamos, en la que nos movemos y amamos, es tan ficticia como la imaginería que definió las antiguas utopías. Lo que añoramos no es pues otra dosis de imaginación sino, acaso, un guiño lejano de algo que pudiera probarse y decirse como incontestablemente real. Aunque como dijera Masha Gessen, ‘el futuro es historia’, en cada retrato, en cada registro, en cada esperanza recordada aspiramos a lo mismo a lo que aspiraron los héroes griegos y los hombres antiguos que cantaron sus gestas. A lo mismo que aspiraron tantos magos y filósofos renacentistas. Esto es: a hacernos inmortales en el muro de la memoria, o acaso a veces, en esta vieja y fatigada Europa, en la memoria del muro. Que la promesa no se haya cumplido puede ser después de todo una excelente noticia, pues no es ningún secreto y todos ustedes lo saben perfectamente: solo se llega a ser inmortal después de muerto.»

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Editorial

Alianza Editorial

Año de publicación

2019

Páginas

160

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