Es posible que la idea de Europa se encuentre hoy en entredicho. Mientras hace unos años un comité decidió otorgar a la Unión Europea el Nobel de la Paz, otros miran hoy la inacción del continente ante el drama de los refugiados. Mientras hay países que llevan años esperando a formar parte de la Unión, poniendo en ella esperanzas de un futuro mejor, otro país, y nada menos que el Reino Unido, decide abandonarla. Quizá por todo ello, este ensayo puede ayudarnos a entender por qué surgió esta Europa que hoy conocemos y en qué contexto de dificultades lo hizo.
Pero lo más llamativo de este libro es que evidencia las cualidades que Schuman, uno de los padres de Europa, compartió con otros líderes de su época. Con gran audacia y creatividad, tuvieron la valentía de resistir frente al pesimismo y la destrucción que reinaba en una Europa desolada tras dos guerras mundiales y, sobre todo, se dejaron mover por sus más profundas convicciones para seguir adelante en la difícil tarea de unir a quienes hasta hace poco habían luchado entre sí. Aun a riesgo de ser tachados de utópicos, convencidos de que buscaban el bien común y de que era su deber actuar, se atrevieron a buscar nuevas vías de encuentro y recorrer caminos por los que nadie había pasado antes. Se atrevieron a luchar por los grandes ideales.
«Las duras lecciones de historia han enseñado al hombre fronterizo que soy a desconfiar de las improvisaciones precipitadas, de los proyectos demasiado ambiciosos, pero también me han enseñado que cuando un juicio objetivo, largamente madurado, basado en la realidad de los hechos y en el interés superior de los hombres, nos conduce iniciativas nuevas, incluso revolucionarias, aún en el caso de que choquen con costumbres establecidas, con antagonismos seculares y rutinas antiguas, es importante mantenernos con firmeza y perseverar».