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 De vez en cuando hay que zambullirse en una buena novela. Y ésta lo es. Una mezcla de historia y fábula. Un universo poblado por personajes que reflejan las luchas más profundas del ser humano. Soledades y amor. Miedo y lucha. Afán de conquista. Sensibilidad y rudeza. Las inquietudes que siempre han desvelado al ser humano.

Podría ser un cuento más, de aquellos que comienzan “érase una vez en un reino muy muy lejano” (el reino de Olar), pero más bien es una novela inmensa: a ratos luminosa y a ratos oscura. Sus protagonistas nos van envolviendo: Ardid, la niña sureña llamada a ser reina; un rey que lo es por casualidad; y en torno a ellos una corte de personajes que a ratos cautivan y en otros inquietan… Una profunda y originalísima reflexión sobre la naturaleza humana con toda su grandeza y sus ambigüedades 

 “Gudú trepó escaleras arriba hacia la noche, que se había apoderado de cuanto alcanzaban sus ojos. Impelido por un deseo acuciante que ni siquiera podía explicarse, ascendió a la torre más alta del Castillo Negro, allí donde los vigías oteaban el confín más alejado del horizonte, al acecho de posibles amigos o enemigos. Rechazó toda compañía –incluido el propio vigía- y se enfrentó, solo, a la gran tiniebla del mundo, a la enorme y oscura pregunta de lo desconocido. Se sintió solo bajo la inmensidad de un cielo que parecía ignorar o despreciar palabras o memoria, que anulaba o reducía a la nada las innumerables sabidurías anteriores –presentidas, leídas, o totalmente desconocidas-… Un escalofrío le atravesó, como un rayo. Si no hubiera tenido tan clara conciencia de haber nacido rey, se habría arrodillado.”

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Editorial

Destino

Año de publicación

2010

Páginas

765

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