No es fácil que un libro escrito a tantas manos (hasta 20 autores participan) resulte tan compacto. Sin embargo, la pluralidad de voces es aquí riqueza indiscutible. Escriben aquí hombres y mujeres, religiosos y laicos, que están unidos por una doble raíz común: la espiritualidad ignaciana que comparten, y la dedicación al mundo de la salud; todos ellos van ofreciendo su aportación para ir perfilando, entre todos, cinco actitudes que se convierten en claves a la hora de lidiar con la enfermedad de otros a quienes acompañas: Contemplar, Palpar, Consolar, Cuidar y Dejarse cuidar.
El libro es ameno. Incluso para gente de otros ámbitos permite entender cómo la espiritualidad se vuelve vocación concreta y aterrizada. Su estructura es clara, y cada capítulo tiene un mismo desarrollo que evoca (y en ocasiones es) el mismo proceso de la oración ignaciana. Merece la pena destacar la labor de edición de un texto así. El trabajo para darle un hilo, claridad y continuidad es imprescindible, y no siempre se consigue en este tipo de publicaciones. Sin embargo, en este caso el objetivo está cumplido con creces.
«Lo que tienes en tus manos quiere ser una ayuda para muchas personas y situaciones diferentes. Todas ellas poseen una cosa en común: el encuentro con la enfermedad nos ha hecho querer profundizar algo más. Ojalá decidas acompañarnos en este viaje, tanto si eres creyente convencido como si andas en búsqueda. Intentaremos descubrir juntos la vida que late detrás. […] Dios está presente de una manera privilegiada en el hospital, en el centro de salud o en la institución sanitaria en la que ahora piensas. Es verdad, esto es cierto porque Dios habita cada situación humana. Somos nosotros -tan torpes a veces- los que solemos reconocerlo más fácilmente cuando las fuerzas flaquean y tenemos que levantar la mirada más allá. Es justo ahí donde la enfermedad se vuelve oportunidad de encuentro con el otro y con el Otro. Puede ser la propia enfermedad, o también la del hermano que tenemos cerca.»